
Un cigarrillo en la mano izquierda, la vista en el suelo.
Ligera lluvia cubre los lentes e impide ver con claridad.
La mente, una telaraña de ideas.
La boca murmura una canción que estaba perdida en el tiempo.
Atrás: ecos, risas, charlas.
Al frente: tristeza, llanto desesperación.
Tres hombres con gabardina en la esquina.
El cigarrillo se consume.
Curioso como sale el humo de la boca.
Distracción, las descuidadas uñas dan al humeante la apariencia de olvido.
Ropa cubierta con estrellitas que brillan al encontrarse con las luces de los autos.
La mano sostiene una colilla, ésta, seguirá su vida en algún hueco de la cantera.
Un niño pide un peso.
¿Qué cuesta dárselo?
-No tengo- expiran los labios.
Compañera, la Soledad.
Siguen cayendo millares de agujitas, que se rompen en millares más.
La compañera pide otro cigarro, la pobreza se lo niega.
Los sentimientos se amontonan en el pecho, se empujan unos a otros.
Finalmente, se asoman los cristales, patinan en las mejillas y se accidentan al llegar al mentón.
Luz roja, avance.
Ahora verde, espere.
Roja.
Vamos llegando.
Sacar dotes de actuación.
Dos metros antes de la puerta, sacude cabello y cambia semblante de melancolía por indiferencia.
-Ya llegué- y una sonrisa.
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